Corría el verano del año 99 cuando cayó en mis manos
un número de la revista Nintendo Acción que incluía un especial de Resident Evil, con motivo de la inminente salida del port de Resident Evil 2 para
Nintendo 64. Pero la cosa no quedaba ahí. Y es que si bien el reportaje trataba
principalmente sobre la segunda entrega de la saga, en un rinconcito de dicho
especial, dedicaron una pequeña sección al port del primer Resident Evil que se
estaba desarrollando para Game Boy Color, cuyo lanzamiento estaba previsto para
la campaña de Navidad de ese mismo año. Apenas había un par de imágenes a modo
de ilustración, pero fueron más que suficientes para captar por completo la
atención de un niño fácilmente impresionable como yo, especialmente porque
acostumbrado a los juegos que conocía de Game Boy, aquello me pareció cosa de brujas.
Durante los meses posteriores, fui siguiéndole la pista con la poca información
que iba apareciendo en los medios de aquel entonces, hasta que llegó el
fatídico día en el que se anunció que el juego se cancelaba. En el momento de
leer la noticia me sentí francamente decepcionado, pero por suerte, hay veces
en las que los astros se alinean, y gracias a una serie de factores que os
explicaré a lo largo de la entrada de hoy, lo que hace veinte años era un sueño
roto, hoy es un sueño cumplido (de aquella manera, pero cumplido al fin y al
cabo) ¿Queréis saber más? Pues seguid leyendo porque en la entrada de hoy os
hablaré de mi experiencia tras jugar al Resident Evil de Game Boy Color
cancelado. Y os puedo asegurar que no tiene desperdicio.