Para la presente ocasión, vuelvo a la carga con un nuevo capítulo de "miserias videojueguiles", esta vez, para explicaros cómo, cuándo y porqué adquirí Mega Drive, esa consola de mi infancia que siempre quise y nunca tuve. Abrochaos los cinturones porque empezamos.
Para entender la historia que me dispongo a explicar debemos remontarnos a los años 90, momento en el cual gracias a mis amigos descubrí la 16 bits de Sega. Por aquel entonces, servidor jugaba en el ordenador de su padre. No por elección, sino porque era lo que había. Sea como sea, no me puedo quejar, y debo reconocer que guardo muy buenos recuerdos de jugar en aquella suerte de portátil en blanco y negro al que mi padre denominaba "el chino", y al que el informático del curro le iba instalando juegos, especialmente aventuras gráficas. Pero lo del portátil es otra historia y debe ser contada en otra ocasión, vamos a centrarnos en Mega Drive.
Yo era muy feliz con mi portátil (bueno, mío no, de mi padre), mis aventuras gráficas y mi Space Invaders, pero cada vez que iba a casa de algún amigo flipaba en colores (y nunca mejor dicho porque el portátil era en blanco y negro y hasta pasados unos años no lo conectamos a un monitor en color) jugando a cosas como Sonic, Altered Beast, Golden Axe o Streets of Rage. La cuestión es que, por motivos que realmente ahora mismo no recuerdo, en mi casa nunca entró Mega Drive alguna siendo Saturn mi primera consola (supongo que para entonces ya se habían cansado de darme negativas). No obstante, y pese a tener una Saturn con la que mis colegas flipaban bastante (estéticamente siempre ha sido un máquina imponente), una parte de mí siempre anheló el haber tenido una Mega Drive.
Los años fueron pasando, estábamos a principios de los 2000, había cambiado de barrio, de colegio y en casa ya había una PS2. Si no recuerdo mal, sería finales de 2001, principios de 2002. Fue en esa época cuando hice una amistad que aún perdura a día de hoy, un chaval de mi nuevo colegio que era tan viciado o más que yo. Nos pasábamos los recreos hablando de videojueguismo. Un buen día, explicándole que andaba detrás de un Final Fantasy VII, me preguntó que si había probado suerte en el Cash Converters del barrio. Yo le comenté que llevaba poco viviendo ahí y que no había ido nunca, a lo que el muy amablemente se ofreció a acompañarme esa misma tarde al salir de clase.
La tarde de clases se me hizo más larga que de costumbre, me moría de ganas por descubrir aquella tienda y ver si por fin conseguía el tan ansiado Final Fantasy VII, pero la vida me tenía preparada una sorpresa aún mayor.
Llegó la hora de salir y pusimos rumbo al Cash Converters. En realidad se llamaba Merk-2, pero antiguamente había sido un Cash Converters y fue ese el nombre con el que se quedó. Cuando llegué allí, no podía creer lo que veían mis ojos, muchos, muchísimos videojuegos a precios de auténtico escándalo. Pero si hubo algo que llamó poderosamente la atención, fuero las Mega Drive a 10 euros y los juegos a 2 euros la unidad. Aquello bien podría haber sido un sueño, pero no lo era. Solo había una cosa que me separaba de alguna de aquellas Mega Drive que tenían allí expuestas: la aprobación de mi madre.
Yo era muy feliz con mi portátil (bueno, mío no, de mi padre), mis aventuras gráficas y mi Space Invaders, pero cada vez que iba a casa de algún amigo flipaba en colores (y nunca mejor dicho porque el portátil era en blanco y negro y hasta pasados unos años no lo conectamos a un monitor en color) jugando a cosas como Sonic, Altered Beast, Golden Axe o Streets of Rage. La cuestión es que, por motivos que realmente ahora mismo no recuerdo, en mi casa nunca entró Mega Drive alguna siendo Saturn mi primera consola (supongo que para entonces ya se habían cansado de darme negativas). No obstante, y pese a tener una Saturn con la que mis colegas flipaban bastante (estéticamente siempre ha sido un máquina imponente), una parte de mí siempre anheló el haber tenido una Mega Drive.
Los años fueron pasando, estábamos a principios de los 2000, había cambiado de barrio, de colegio y en casa ya había una PS2. Si no recuerdo mal, sería finales de 2001, principios de 2002. Fue en esa época cuando hice una amistad que aún perdura a día de hoy, un chaval de mi nuevo colegio que era tan viciado o más que yo. Nos pasábamos los recreos hablando de videojueguismo. Un buen día, explicándole que andaba detrás de un Final Fantasy VII, me preguntó que si había probado suerte en el Cash Converters del barrio. Yo le comenté que llevaba poco viviendo ahí y que no había ido nunca, a lo que el muy amablemente se ofreció a acompañarme esa misma tarde al salir de clase.
La tarde de clases se me hizo más larga que de costumbre, me moría de ganas por descubrir aquella tienda y ver si por fin conseguía el tan ansiado Final Fantasy VII, pero la vida me tenía preparada una sorpresa aún mayor.
Llegó la hora de salir y pusimos rumbo al Cash Converters. En realidad se llamaba Merk-2, pero antiguamente había sido un Cash Converters y fue ese el nombre con el que se quedó. Cuando llegué allí, no podía creer lo que veían mis ojos, muchos, muchísimos videojuegos a precios de auténtico escándalo. Pero si hubo algo que llamó poderosamente la atención, fuero las Mega Drive a 10 euros y los juegos a 2 euros la unidad. Aquello bien podría haber sido un sueño, pero no lo era. Solo había una cosa que me separaba de alguna de aquellas Mega Drive que tenían allí expuestas: la aprobación de mi madre.
Patrocinando mi Diógenes desde 2001 |
Aquel día llegué a casa más emocionado que de costumbre, y ante tanto entusiasmo, mi madre me preguntó a qué venía tanta alegría (normalmente del colegio siempre volvía cabizbajo). Al contarle la historia, su primera respuesta -como no podía ser de otra manera- fue un rotuno NO. Pero a base de insistir fue entrando en razón. La buena señora simplemente me pidió que le explicase porqué quería una máquina vieja teniendo una PS2 que era lo más nuevo que había. Tras darle las explicaciones pertinentes y quedarse pensativa un rato, su respuesta fue "primero preguntale a tu padre". Había salvado el primer escollo, quedaba el último.
Cuando mi padre llegó de trabajar, lo primero que le plantifiqué fue lo de la Mega Drive. Si bien no me dijo rotundamente que no, me preguntó que si tenía garantía y que qué pasaba si no funcionaba. Le expliqué que tenía un mes de garantía y me dijo que le parecía muy poco. Entonces me preguntó qué costaba y al decirle "10 euros", su respuesta fue "haz lo que te dé la gana". Ahora si que sí, de mi Mega Drive tan solo me separaban 10 euros.
Al día siguiente llegué al colegio y lo primero que le dije a mi colega fue que me habían aprobado la compra de la Mega Drive, se alegró por mi tanto como me habia alegrado yo el día anterior al obtener el beneplácito de mis progenitores, y quedamos en ir el sábado por la tarde a comprarla.
El sábado tardó más que de costumbre en llegar, pero llegó. Vaya que si lo hizo. Nada mas comer, cogí la bici y pasé a recoger a mi colega mochila en ristre. Llegamos al Cash Converters poco antes de que abriese (por aquel entonces aún no éramos clientes VIP, pero poco nos faltaba). Dejamos las bicis en la puerta ajenos a cualquier amigo de lo ajeno que se nos las pudiese sustraer, y entramos a por mi futura Mega Drive.
Salí de allí con una Mega Drive en un muy buen estado, un mando, todos sus cables, el juego Fantasia completo (que con los años terminé vendiendo) y un cartucho pirata multijuegos que, entre otros, incluía la rom de famoso Tetris de Mega Drive, y que aún conservo. Todo por un total de 14 euros. Señor devuélveme a esa época.
Cuando mi padre llegó de trabajar, lo primero que le plantifiqué fue lo de la Mega Drive. Si bien no me dijo rotundamente que no, me preguntó que si tenía garantía y que qué pasaba si no funcionaba. Le expliqué que tenía un mes de garantía y me dijo que le parecía muy poco. Entonces me preguntó qué costaba y al decirle "10 euros", su respuesta fue "haz lo que te dé la gana". Ahora si que sí, de mi Mega Drive tan solo me separaban 10 euros.
Al día siguiente llegué al colegio y lo primero que le dije a mi colega fue que me habían aprobado la compra de la Mega Drive, se alegró por mi tanto como me habia alegrado yo el día anterior al obtener el beneplácito de mis progenitores, y quedamos en ir el sábado por la tarde a comprarla.
El sábado tardó más que de costumbre en llegar, pero llegó. Vaya que si lo hizo. Nada mas comer, cogí la bici y pasé a recoger a mi colega mochila en ristre. Llegamos al Cash Converters poco antes de que abriese (por aquel entonces aún no éramos clientes VIP, pero poco nos faltaba). Dejamos las bicis en la puerta ajenos a cualquier amigo de lo ajeno que se nos las pudiese sustraer, y entramos a por mi futura Mega Drive.
Salí de allí con una Mega Drive en un muy buen estado, un mando, todos sus cables, el juego Fantasia completo (que con los años terminé vendiendo) y un cartucho pirata multijuegos que, entre otros, incluía la rom de famoso Tetris de Mega Drive, y que aún conservo. Todo por un total de 14 euros. Señor devuélveme a esa época.
Puedo fardar de haber jugado al famoso Tetris en el sistema original, aunque fuese pirata |
Llegué a casa con mi amigo con la misma emoción que un crío el día de Reyes ante la estupefacta mirada de mis padres que me imagino se preguntaba qué habían hecho mal para que a su hijo le diera por comprar antiguallas de segunda mano. Pero no me dijeron nada y supongo que al ver la ilusión con la que mi amigo y yo conectábamos la consola a la tele, lo dejaron correr. Aquello tarde estuvimos probando que todo funcionase sin problemas, le dimos cera hasta casi las 9 de la noche, y gracias al cartucho pirata descubrí uno de mis juegos preferidos del sistema: Thunderforce III.
De mis títulos preferidos del sistema |
Después de cenar, acompañé a mi colega a su casa que tuvo la bondad de prestarme varios juegos. Entre ellos estaban Space Harrier 2, Kid Chamaleon, World of Illusion y Bram Stokers Dracula. Todos ellos terminé conseguiéndolos en el que, a partir de aquel momento, se había convertido en nuestro Cash Converters de confianza. El único que no conseguí fue Dracula, cuya adquisición a día de hoy veo complicada debido a los precios que maneja.
La mañana siguiente me levanté temprano y me tiré prácticamente todo el día dándole al vicio. Iba cambiando de un cartucho a otro puesto que estaba tan sobreestimulado que no sabía a qué jugar porque tenía ganas de jugarlo todo. Recuerdo que durante meses, mi colega me fue prestando juegos y quedábamos habitualmente los fines de semana para darle fuego a Mega Drive. Sentíamos especial predilección por Golden Axe, Streets of Rage y World of Illusion, que nos permitían jugar en cooperativo. Aunque tampoco faltaban los vicios a Ghouls and Ghost jugando a vida o a pantalla.
Esa Mega Drive que compré aquél día por 10 euros, a día de hoy sigue funcionando. Únicamente tuve que cambiarle el transformador el año pasado dado que el original emitía un zumbido sospechoso, y darle un mantenimiento al mando. A día de hoy sigo tratando de recuperar juegos tanto de mi infancia, como de los que me prestaba mi colega cuando la compré, siendo uno de los sistemas a los que mayor cariño le he cogido con el paso de los años.
Actualmente, y debido a la falta de espacio cada vez más acusada, los juegos de Mega Drive van cayendo con cuentagotas y procuro centrarme únicamente en los que más me interesan o a los que juagaba cuando era un chaval. No obstante, tengo siempre el radar puesto y me quedan muchas cosas que espero conseguir algún día aunque, lamentablemente, la buena época de los juegos a dos euros no la vayamos a ver ya nunca más.
En fin amiguitos, no me enrollo más, espero que os haya gustado mi historia con Mega Drive tanto como me ha gustado a mí escribirla. ¡Os veo en la próxima entrada!
La mañana siguiente me levanté temprano y me tiré prácticamente todo el día dándole al vicio. Iba cambiando de un cartucho a otro puesto que estaba tan sobreestimulado que no sabía a qué jugar porque tenía ganas de jugarlo todo. Recuerdo que durante meses, mi colega me fue prestando juegos y quedábamos habitualmente los fines de semana para darle fuego a Mega Drive. Sentíamos especial predilección por Golden Axe, Streets of Rage y World of Illusion, que nos permitían jugar en cooperativo. Aunque tampoco faltaban los vicios a Ghouls and Ghost jugando a vida o a pantalla.
Esa Mega Drive que compré aquél día por 10 euros, a día de hoy sigue funcionando. Únicamente tuve que cambiarle el transformador el año pasado dado que el original emitía un zumbido sospechoso, y darle un mantenimiento al mando. A día de hoy sigo tratando de recuperar juegos tanto de mi infancia, como de los que me prestaba mi colega cuando la compré, siendo uno de los sistemas a los que mayor cariño le he cogido con el paso de los años.
Actualmente, y debido a la falta de espacio cada vez más acusada, los juegos de Mega Drive van cayendo con cuentagotas y procuro centrarme únicamente en los que más me interesan o a los que juagaba cuando era un chaval. No obstante, tengo siempre el radar puesto y me quedan muchas cosas que espero conseguir algún día aunque, lamentablemente, la buena época de los juegos a dos euros no la vayamos a ver ya nunca más.
En fin amiguitos, no me enrollo más, espero que os haya gustado mi historia con Mega Drive tanto como me ha gustado a mí escribirla. ¡Os veo en la próxima entrada!
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