Tetris empieza por T de tabaco

A principios del pasado mes de agosto, tomé una de las decisiones más extrañas y surrealistas  acertadas de mi vida. Dejar un hábito que me ha acompañado durante cerca de once años, y del que jamás en la vida había pensado deshacerme, el mal vicio de fumar.

Me gustaba fumar, lo sé, es malo, absurdo y una manera de quemar el dinero (literalmente). Pero era mi vicio y disfrutaba de él. Como ya he comentado, sabía que algún día me tocaría dejarlo, pero nunca antes pensé que sería tan pronto. No sufráis, no me estoy muriendo ni nada por el estilo. Simplemente, basta con que me digan que no puedo hacer algo (dentro de unos límites, obviamente) para que nazca en mí la necesidad imperiosa de demostrar que puedo. Llamadlo orgullo, estupidez, espíritu competitivo, o como me gusta decir a mí, "llámalo X". Lo mismo da que da lo mismo. Tomé la decisión, de que al llegar septiembre, mi humeante amigo y yo, nos separaríamos.

Supongo que de Duke Nukem se me pegó todo lo malo

La cuestión es que, supongo que por impaciencia, decidí adelantar un mes la fecha del divorcio, y a primeros de agosto, me dio una neura y dejé de fumar. Tras cuatro días de sensaciones extrañas y de batallar con Amedio (así es como llamé a mi mono de fumar por eso de que siempre iba conmigo) volví a caer de manera estrepitosa y llegué a la conclusión de que era mejor ceñirse al plan inicial de dejarlo en septiembre, teniendo el mes de agosto para mentalizarme.

Como si de un cigarrillo se tratase, apuré el mes de septiembre hasta el mismísimo filtro. Fumé como un carretero, y el día 24 cuando ya estaba fumándome prácticamente las uñas, decidí que había llegado el momento de jugar la segunda vida.

Para esta ocasión, quise hacer las cosas bien. En vez de dejarlo "a pelo" empecé a buscar sustitutivos. Miré parches, chicles, y demás historias, hasta que dí con lo siguiente:

Que sea verde no es casualidad. Verde es el color de la esperanza
y esta, era la última de dejar de fumar.

Ese cacharro tan "fashion" que podéis ver arriba, es uno de esos famosos cigarrillos electrónicos que tan de moda se han puesto ahora, y que todo el mundo parece empeñado en satanizar. Se rellena con un líquido que lleva una concentración de nicotina que vas reduciendo con el tiempo, y a diferencia de los parches o los chicles, la gracia radica en que echas humo (aunque realmente sea vapor) ofreciendo una sensación muy similar a la de fumar, con la diferencia de que, aparte de la nicotina, no tiene el resto de sustancias nocivas presentes en el tabaco.

Los días de lluvia han sido los más duros. No preguntéis por qué.

Lógicamente, los primeros días (y disculpadme la expresión) las pasé más putas que Caín. Sí, el cacharro ayuda con el mono físico, pero a nivel psicológico, no hay ayudas que valgan más allá de la propia fuerza de voluntad. Obviamente, cuando llevas once años fumando, todo lo asocias con el tabaco. Fumas cuando estás triste, fumas cuando estás contento, fumas cuando no puedes dormir, cuando estás nervioso, y cuando estás relajado. Siempre hay una excusa para enchufarse un pito, y sino la hay, se inventa. Por tanto, los primeros días, me los tiré amorrado al "chupete".

Evidentemente, no consiste en dejar un vicio para coger otro. Por tanto, ante semejante situación, decidí buscar una solución. Y efectivamente, esa solución fue Tetris.

Si, Tetris, el clásico juego diseñado y programado por Alekséi Pázhitnov. Y es que... ¿quién no se ha llevado alguna vez este famoso y adictivo juego de puzzles en sus visitas al señor Roca, y cuando ha querido darse cuenta, lo habían coronado rey tras horas sentado en el trono? Tetris hace perder la noción del tiempo y el espacio, lo pones para cinco minutos, y cuando quieres darte cuenta, han pasado cinco semanas.

Tetris ha sido (y sigue siendo aunque cada vez menos), la manera de mantener las manos y la cabeza ocupadas cuando Amedio se ponía pesado, y muy posiblemente, una de las cosas que más me está ayudando a dejar el tabaco.

Han pasado ya veinte días, y debo admitir que, pese a que nunca noté perjuicio alguno derivado del tabaco, he notado una serie de cambios realmente positivos, que me hacen ver esto como una liberación, más que como la condena divina que me parecía los primeros días. Como todo en esta vida, es cuestión de paciencia, perseverancia; de no dejar el mando y de seguir jugando hasta el final.