Hail to the king, baby!

Noventa y siete entradas y cinco meses han sido necesarios para darme cuenta de que a estas alturas y pese al nombre de mi blog, todavía no había hablado del videojuego que mayor repercusión ha tenido a lo largo de mi vida como jugador. No, no hablo de Drakengard, eso fue otra historia, hablo del juego al que más horas dediqué durante mi infancia, y hablar de él, es hablar de unos de los personajes más polémicos, sarcásticos, irónicos, brutos y carismáticos de la historia del videojuego. De un hombre, nacido para ser salvaje; queridos amigos, bienvenidos a mi particular homenaje a Duke Nukem.

Allá por al año 97-98, tuve un amigo y compañero de clase con una enorme colección de juegos de PC en disquetes de 3,5. Los que leyeseis entradas anteriores, sabréis que por aquel entonces, mi ordenador era un portátil con pantalla en escala de grises que como podréis imaginar, no incluía ni por asomo lector de CD's. 

Dada mi falta de recursos en aquel momento para comprarme un ordenador  (tampoco es que los tenga ahora), y que en mi casa eran de los que decían "compraremos un ordenador el año que viene porque si lo compramos ahora se quedará obsoleto enseguida", no me quedaba más remedio que seguir mendigando juegos en un formato que empezaba a quedarse atrás. Pese a ello, como buen PCero, me negaba a quedarme sin jugar y poco a poco, prácticamente toda la colección de mi amigo, acabo copiada en otros disquetes, o en el disco duro de mi ordenador. Si tuviera que culpar a alguien por mi afición durante muchos años a los FPS, sin duda alguna, sería precisamente a él. 

Gracias  este chico -con el que lamentablemente perdí el contacto-, descubrí clásicos del FPS como el mítico Wolfenstein, la saga Doom, o el increíble Rise of the Triad, que pasaron a un segundo plano el día que mi compañero llegó a clase con la nada despreciable cifra de once disquetes, al tiempo que me decía "pruebalo,  te va a encantar".

Como cada tarde, llegué a casa, merendé y me metí en mi cuarto con los once disquetes. Arranqué el PC (que por aquel entonces sólo se conectaba al monitor en color durante los fines de semana) y armado de paciencia, inicié la instalación. Una vez terminada, ejecuté el juego mediante los comandos correspondientes, quedándome con una cara al ver la siguiente imagen que realmente no sabría como describir.

Explosiones, un tío con cara de querer patear traseros y un alienigena al que le estaban pateando el trasero, bajo la advertencia de "Warning: Adult Content". La cosa pintaba bien, la cosa pintaba MUY bien.

Pero la imagen era tan sólo un aperitivo en comparación con lo que me encontré cuando inicié la partida. Doom estaba bien y Rise of the Triad hacía gala de una violencia exquisita, pero Duke Nukem... Duke Nukem era violento, soez e irreverente, tenía policías cerdo, armas descabelladas; tenía violencia, tenía sangre y tenía tetas por doquier. 

Lo jugaba en blanco y negro, sin sonido alguno, era más parecido a ver una película muda que jugar a un videojuego; pero me daba igual, era un chaval lo suficientemente impresionable como para que lo que estaba apareciendo en pantalla me fascinase.

Podía reventar paredes, espejos, urinarios, demoler edificios, podía jugar al billar a balazos y practicar mi puntería con las botellas del bar, podía encoger a mis enemigos y y aplastarlos como a un gusano, o podía congelarlos y hacerlos añicos de una patada;  y si le daba dinero a las bailarinas, se desabrochaban el sostén. Si de algo podía jactarse Duke Nukem 3D, era de una interactividad con el entorno que más quisieran muchos FPS actuales.

Pero el fin de semana estaba por llegar, y con él el gran momento. El momento en que conocería al Duke en su máximo esplendor, el momento en que vería la siguiente imagen y tendrían que recoger mis pelotas de acero del suelo.

Era mil veces mejor de lo que en ningún momento había imaginado, había cantidad de detalles que en blanco y negro era inapreciables, los colores eran vivos y la sangre que brotaba de los enemigos era de un color rojo intenso. 

El juego pasó de ser mudo a sorprenderme con los gruñidos de los extraterrestres, el sonido de las explosiones, y lo mejor de todo: las frases de Duke. Frases como "Come get some!", "Yeah, piece of cake.", "Shake it, baby!" o el mítico "hail to the king, baby!" que da título a esta entrada, que quedaron grabadas a fuego en mi memoria. Porque aparte de testosterona, Duke derrochaba carisma. Era macarra, machista chulo y mal hablado, pero oye, su intención era salvar el mundo de la invasión extraterrestre - ya sabéis, "Nobody steals our chicks ... and lives."- y eso en el fondo era una disculpa más que suficiente ante su falta de modales. Todo esto, acompañado con una banda sonora que invitaba a patear una y otra vez el culo de nuestro enemigo.

Estuve años jugando día tras día y jamás me aburrí. Siempre encontraba rincones que había pasado por alto, algo que hiciera que, pese a conocerme algunos escenarios de memoria, me sorprendiese una vez más, o simplemente jugaba por hacer el cafre. Porque si algo podías hacer en Duke Nukem 3D, era el salvaje. Con la llegada de Duke Nukem, Doom pasó a ser un marine espacial condenado ("Hmm, that's one doomed space marine."), igual que el resto de juegos de mi PC. 

Con el paso de los años, me cambié de casa siendo el portátil una de esas cosas típicas que se pierden en las mudanzas (aunque yo más bien creo que mi madre aprovechó para deshacerse de él). Por aquel entonces, a pesar de tener ya una PS2 (la mudanza sería por el 2002), seguía echando mis ratillos a Duke Nukem y que se perdiese el portátil me dolió bastante, ya que con el, se perdió el juego. Tanto es así, que terminé comprando la versión que apareció en Sega Saturn para quitarme el ansia de vez en cuando.

Debo confesar que no era lo mismo, pero desde luego era mil veces mejor que jugar a entregas que irían apareciendo posteriormente como "Duke Nukem: Manhattan Project" para PC, o las dos entregas que aparecieron en PSX conocidas como "Duke Nukem: Time to Kill" y "Duke Nukem Land of the Babes".

Entregas que, supongo, compré, con la esperanza de encontrar algo la mitad de bueno que DN3D, o que al menos amenizase mi espera hasta la llegada del ansiado "Duke Nukem Forever" tantas veces cancelado, que terminaría llegando años más tarde. 

Por mucho que la crítica especializada se empeñase, "Duke Nukem Forever" no era un mal título, simplemente era un juego que salió a destiempo y en una generación saturada por juegos de disparos en primera persona. Duke seguía teniendo carisma, el juego planteaba situaciones bastante cómicas y absurdas además de ser entretenido. Pero a parte de que el hype generado en torno al juego después de tantísimos años hizo muchísimo daño, era imposible revolucionar un género en el que estaba todo inventado. Compré el juego el día de su salida en la edición "Balls of Steel" y no me arrepiento. Fui a comprarlo siendo consciente - a diferencia de mucha gente - de que no iba a encontrar lo que tanto me había prometido, y de que lo hacía más por pleitesía al Duke que por otra cosa. Sabía que no iba a sorprender, sabía que "Duke Nukem Forever" no revolucionaría el género como ya lo hizo 3D, pero con que mantuviese su esencia a mi ya me valía.

"You wanna dance?"

Si bien es cierto, DNF supo mantener la esencia, pero debo reconocer que cada vez que jugaba al Forever, terimaba volviendo al 3D...

Podría pasarme horas hablando de como Duke Nukem 3D me apasionó con cada uno de sus pequeños detalles ; como el de disparar sobre un espejo con el arma de encoger a los enemigos y que te rebotase encogiéndote a tí; cosas tan tontas como echar un meadita y escuchar el sonido al tirar de la cadena seguido de un "Uuuhhh, much better", o los pedacitos de enemigo que salían volando cuando utilizabas el RPG o las Pipe Bomb...

Suck it down.

Y es que para mi gusto,  lo que más grande hizo a Duke Nukem 3D, fueron toda esa serie de pequeños elementos que no tenía ningún otro juego en aquel momento. Detalles que no hacían más que alimentar las ganas de acción de un chaval que, 15 años después de probar el juego por primera vez, no puede evitar tararear el tema principal mientras redacta esta entrada, pensando que pese haber pasado la mayor parte de su infancia volando cabezas en clubs de striptease, tampoco ha terminado tan mal.