Como marca la tradición, en cada generación comprarse un periférico que terminará acumulando polvo en el armario. En la generación de Xbox 360/PS3/Wii le tocó el turno a Kinect, en la anterior (PS2/Xbox/Game Cube/Dreamcast), al volante de Gran Turismo 3 y a los Bongos del Donkey Konga. Y así podría ir retrocediendo. La pasada generación de consolas (aunque para mi, que no he dado el salto, sigue siendo la actual) tampoco podía librarse de este mal endémico que consiste en comprar dispositivos, normalmente voluminos y de tedioso conexionado, que terminarán en el baúl de los recuerdos. El caso más reciente para mí son las gafas VR de PS4. Pero empecemos esta historia por el principio.